¿Cómo aprender a sobrellevar los obstáculos que se te presentan? Gladys Tejeda, medalla de oro de los Juegos Panamericanos Lima 2019, dos veces olímpica y multicampeona peruana en maratón, aprendió a saltar sobre ellos y convertirse en una triunfadora. Ahora nuestra embajadora PRO apunta más alto: ganar una medalla olímpica.

La primera vez que Gladys Tejeda participó en una competencia oficial tenía 11 años y llegó poco antes de la partida, con el estómago a punto de reventar y calzando unas zapatillas apretadísimas que le doblaban los dedos. Pero no quiso echarse para atrás: decidió correr con las incomodidades y los dolores encima.

La Municipalidad Provincial de Junín había convocado a una maratón mixta de siete kilómetros para los niños de la zona. Uno de sus hermanos mayores, César, le avisó que la había inscrito faltando poco tiempo para el inicio. Ella recién había desayunado y se sentía pesada.

Gladys recuerda que no tenía zapatillas y fue su mamá quien pidió unas prestadas, pero eran muy pequeñas, una o dos tallas menores que la suya. Pero a ella no le importó: solo quería correr. Llegó a la plaza y la competencia comenzó. Gladys, con miedo de perder, pisaba cada vez más fuerte, como si de esa forma sus pies pudiesen ganar más rapidez.

Aun así, tres niños llegaron a la meta antes que ella. Cuenta que no quería saber nada, que llegó a su casa y estaba triste, desconsolada. Minutos después, su hermana Rosario le dijo que estaban mencionando su nombre por la radio, que la buscaban, que en realidad ella era la ganadora de la maratón.

Gladys no sabía, en ese entonces, que la calificación de hombres y mujeres era por separado. Ella llegó antes que las demás niñas. El premio era una medalla, una diploma y 50 soles. Con el dinero se compró un buzo, útiles para el colegio y el resto se lo dio a su mamá.

—Estaba muy feliz porque mi propina era de 10, 20, 50 céntimos. Para mí 50 soles era como tener como 500 soles —nos contó entre risas semanas antes de ganar la medalla de oro en maratón femenina en los Juegos Panamericanos Lima 2019.

Aquella niña se convirtió en una de las mujeres con mayor resistencia en Latinoamérica y el mundo. La pequeña que corría con furia llegó a competir en dos olimpiadas, se coronó con la medalla de oro en un panamericano, y ganó bolivarianos, sudamericanos y prestigiosas competencias nacionales e internacionales.

Ese primer torneo, en el que participó a última hora y en condiciones lamentables, forjó la actitud que la haría diferente de las demás y, quizá, el secreto de su éxito: correr contra todo. A esa edad no fueron problemas un estómago lleno, unas zapatillas incómodas o la nula preparación previa. Solo quería correr. Correr contra todo como consigna, como guía, como bandera. 

De amateur a las grandes competencias

Desde entonces, a Gladys se le haría habitual participar en torneos infantiles de atletismo. La mayoría de ellos los ganaría con facilidad, como si fuese una rutina. Ir, pararse en el punto de partida, correr y ganar. Pero en su recuerdo hay uno que no puede olvidar. Fue casi un año después de su primera competencia y, en esa oportunidad, perdió. Porque para ella quedar en segundo puesto es perder. Por eso aún le incomoda tanto como las zapatillas con las que corrió aquella vez. No solo había atletas de la provincia de Junín, donde ella nació, sino también de la provincia de Huancayo, y precisamente fue una niña de allí la que le ganó.

–El problema fueron las zapatillas. Se me salieron dos uñas y le decía a mi mamá que no me dejaban correr. Ella no conocía de esto y no podía ayudarme. No eran las zapatillas adecuadas para poder correr.

Otra vez corrió contra todo, pese a todo. El premio era una cocina grande y ella la quería para su casa. Pero había un premio consuelo: una cocina más pequeña. Gladys dice que su mamá no quería utilizarla porque era su premio. Tuvieron que pasar cuatro años para que empiece a cocinar sus primeros platos en esas hornillas.

Para ella, la familia ha sido parte fundamental de sus éxitos. Sus hermanos y su mamá no la han dejado sola y nunca la limitaron. Estuvieron a su lado en sus derrotas y las veces en que su ánimo flaqueó. Siempre han estado unidos. Eso es algo que ella siempre resalta.

En el 2008, Gladys se dio cuenta que su resistencia podía hacerla destacar. Su hermano César que vivía en Lima le dijo que RPP estaba organizando dos maratones, de 21 K y 10 K, y que ella podía participar. Conversaron y acordaron que se inscribiría en la última. En esa oportunidad, Gladys quedó en cuarto puesto.

Ella recuerda que al día siguiente vieron en los periódicos que los primeros tres puestos los habían ocupados chicas con experiencia, que tenían cierto recorrido en torneos similares. Por ser la primera vez en un evento grande, el lugar en que quedó Gladys era una buena recompensa por su esfuerzo, pero no una satisfacción.

Volvió a Junín sin saber aún que esa carrera de RPP sería un punto de quiebre. El entrenador Juan José Castillo fue a buscarla a su casa y le comentó que había quedado sorprendido con su talento. Le ofreció vivir en Huancayo el 2009 cuando se inaugurara el Centro de Alto Rendimiento, un complejo especial para la preparación de los deportistas de medio fondo, fondo y marcha de la región. Entre los beneficios con los que contaría, según le dijo Castillo, estaba el tener casa, comida, Internet y un entrenamiento adecuado.

Ella no lo podía creer. Dudaba de cada uno de esos ofrecimientos. Sin la certeza de que las promesas se hagan realidad, fue a Huancayo y notó que era tal como le habían dicho. Castillo fue parte importante para su adaptación a este nuevo ritmo de vida. Cada tres meses los integrantes del programa eran evaluados y si no estaban en su rendimiento óptimo tenían que retirarse. Gladys cumplió; nunca desentonó.

Para octubre del 2009, se presentó otro certamen de RPP y esta vez ella se encontraba mejor preparada, por lo que decidió participar. Se presentó a la prueba de 21 K y ganó. Después de aquel triunfo –explica la atleta– su vida cambió y dio el salto en el deporte de forma profesional.

El sueño de la medalla olímpica

Jorge, su hermano, fue una de las personas que más la motivó. En el 2008 mientras se desarrollaban los Juegos Olímpicos de Pekín, le dijo que en esa competencia estaban los mejores deportistas del mundo y que ella, si se preparaba, podía estar en las próxima.

En aquella olimpiada, en la maratón femenina, la rumana Constantina Tomescu, con 38 años de edad, obtuvo el primer lugar con un tiempo de 2 horas, 26 minutos y 44 segundos. Jorge, insistiendo en animar a su hermana y confiando en su capacidad, le dijo que ella era muy joven y podía llegar al podio de las mejores en el mundo. Sus 23 años no podían ser un impedimento.

Cuatro años después, ella se convertiría en una de las participantes de la maratón femenina en los Juegos Olímpicos de Londres 2012. Sin embargo, el sueño no sería redondo. Ella cuenta que compitió con una mala preparación y encima tuvo un incidente con las zapatillas: le produjeron heridas en los primeros 10 kilómetros, lo que le impidió entregarse al 100%. Llegó en el puesto 42 y su molestia fue notoria.

Se cobró la revancha en los Juegos Olímpicos de Río 2016, a donde llegó con una mejor preparación y con un mejor entrenador: Rodolfo Gómez. Y, sobre todo, ella se sentía más segura. Esta firmeza se debía también a que meses antes había batido el récord sudamericano (1 hora, 10 minutos y 14 segundos) en el Mundial de Media Maratón de Cardiff que establecía una distancia de 21 kilómetros. Su objetivo para esas olimpiadas era estar entre las 10 primeras.

–Fue muy emocionante, aunque me faltó más apoyo. Nos sorprendió el calor y no tuvimos la mejor logística. Por ejemplo, las competidoras de otros países cambiaban sus gorras cada dos minutos y tenían asistencia de ayudantes, mientras que yo corrí con la misma gorra durante todo el trayecto –explica la atleta.

Pese a esas desventajas, terminó en la decimoquinta posición. Gladys se tomó la revancha, pero se quedó con esa rabia de que pudo dar más. Pero ahora en los Juegos Panamericanos Lima 2019 se sacó esa espina: ganó la medalla de oro y marcó un nuevo récord en esta competencia internacional. Solo le queda pendiente la medalla olímpica.

La casa se respeta

Antes de unirse al Centro de Alto Rendimiento, aquel complejo especializado donde también se forjaron destacados deportistas a nivel internacional, Gladys estudió la carrera de Educación Primaria, pero no llegó a ejercerla. El deporte demandó todo su tiempo y concentración. Y ella, caracterizada por entregar todo (contra todo), necesitaba estar enfocada. Incluso –comenta–, le hubiese gustado seguir estudiando.

Gladys Tejeda, ahora convertida en un símbolo de que los sueños se hacen realidad, está entusiasmada con ser una influencia positiva para otros deportistas que, como ella, viven alejados del centralismo limeño y sin apoyo para su crecimiento profesional. Por eso, siente esa necesidad de brindar ayuda a aquellos que recién están empezando en el deporte.

–Me gustaría seguir una maestría en la profesión que estudié o en gestión pública enfocada en el deporte. Veo cómo es nuestra sociedad y quisiera ayudar a los jóvenes atletas. Hay mucha gente que desconoce la importancia del deporte. Veo cómo muchos padres limitan a sus hijos y no los dejan hacer deporte. O, a veces, veo a niños que entrenan muy duro, pero lamentablemente no tienen la guía necesaria para llegar a ser profesionales.

Con esa fortaleza mental y física, Gladys se presentó en los Juegos Panamericanos Lima 2019. Como ella ha declarado tras llegar primera a la meta: nunca se sintió sola cuando despuntó largamente a sus competidoras, porque el apoyo de los peruanos durante el trayecto del circuito fue fundamental. Para ella, es muy importante sentir el aliento de su gente cerca. Ahora buscará repetir la hazaña en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, su tercera olimpiada consecutiva, y regalarle al país otro medallero.

–He aprendido mucho de mi entrenador Rodolfo Gómez. Él dice que no debemos ponernos límites y yo también estoy de acuerdo con eso. No me puedo limitar porque voy a estar en el deporte hasta que el organismo me diga que no.

Ningún obstáculo podrá pararla. Solo su cuerpo le dirá hasta cuándo. Mientras tanto correrá con todo, contra todo