Es campeona mundial y panamericana en la categoría Kumité pero, lejos de conformarse, quiere más títulos. ¿Pueden las lesiones y los vaivenes de la vida frenar los golpes de la embajadora PRO y principal carta peruana en los Juegos Panamericanos Lima 2019?

Cuando Alexandra Grande camina por las afueras del Estado Nacional, siente un torrente de emociones que difícilmente puede (quiere) parar. Entre la nostalgia y el orgullo, reconoce que de niña en aquel escenario soñó por primera vez con su futuro de deportista, que hoy es un presente de renombre internacional: ella es la número 5 del ranking mundial de karate en su categoría (Kumité – 61 Kg) y dueña de un medallero excepcional.

—Con mi mamá estábamos caminando por ahí y vi a unos niños haciendo karate. Entonces, le dije: “¿sabes qué? Quiero hacer esto”. Y ahí comenzó todo —recuerda la mejor karateca de la historia del país.

Los deseos de un niño o niña, por lo general, suelen ser momentáneos. Pero la decisión que tomó la entonces pequeña Alexandra fue para siempre. Aunque en aquel momento nada le hacía presagiar que le tocaría un camino duro por recorrer, uno lleno de golpes incluso fuera del lugar de combate, los que tuvo que contraponer con una victoria.

Premio a ese esfuerzo son los “Laureles Deportivos” que le fueron entregados en el 2018, la máxima condecoración que un deportista nacional puede recibir y que hoy puede verse inscrito en los altos del Estado Nacional. Una razón más para dar riendas sueltas a sus emociones cuando hoy, a sus 29 años, se detiene frente a este coloso y ve su nombre junto al de otros peruanos que fueron campeones mundiales en sus disciplinas.

Pero Alexandra no quiere dormirse en sus “laureles”. Tener los pies bien puestos sobre el tatami –piso en el que se practica el karate– siempre ha sido la clave de su éxito. Ahora enfrenta uno de los objetivos más grandes del año: ser bicampeona panamericana en los Juegos Panamericanos Lima 2019. Ella es consciente del reto y está enfocada en representar bien al país. Por eso, lleva tatuado “Perú” debajo de su oreja derecha, y en el corazón.

Amor de madre

Mercedes Sosa dice que las manos de una madre representan distintas cosas, como un cielo abierto o un recuerdo añorado, mientras se brindan cálidas, nobles y sinceras. En el caso de Alexandra, las manos de su madre representan amor y protección desde siempre, incluso antes de salir de su vientre, y en pie de lucha.

Su padre Wilfredo Grande y su madre Mercedes Risco se conocieron y enamoraron practicando artes marciales. Luego de casarse, ambos continuaron en el mundo de los deportes de contacto, hasta que a doña Meche le propusieron practicar karate y se convirtió en la primera representante nacional que se internacionalizó en esta disciplina.

Su desempeño era bueno. En 1989, había obtenido en Brasil la medalla de bronce en el Campeonato Sudamericano de su categoría. Semanas después, en el Campeonato Metropolitano, algo ocurrió. La madre de Alexandra llegó a la final, pero la lucha por el título terminaría de una forma bastante abrupta, pero premonitoria.

—En ese encuentro, mi mamá perdió, porque noqueó a su rival. Le rompió la nariz —cuenta Alexandra—. ¿Cuál era el motivo? Lo único que ella quería era terminar la pelea. Incluso, su compañera se preguntó por qué se cubría la panza y no subía la guardia.

Días después del torneo, su mamá se realizó unos exámenes médicos y se enteró que tenía más de dos semanas de embarazo. En ese momento, recién entendió su reacción durante la pelea y cómo cubrió a su hija guiada por la intuición. De esa forma bastante peculiar, la pequeña Alexandra había conocido el karate antes de venir al mundo.

Obediencia y disciplina

Además de sus padres, hay una persona en la vida de Alexandra que puede ser considerado como un mentor, un ejemplo a seguir: su entrenador Roberto Reyna. Ambos se conocieron tras un hecho duro para la familia de la deportista: la academia de karate que sus padres tenían en el tercer piso de su casa cerró por algunos problemas.

—Mi vida de pequeña ha sido muy dura. No es fácil que venga la municipalidad y cierre el trabajo de tu padre. Pero él hizo lo imposible tocando puerta por puerta para que no nos faltara nada. Hubo un vaivén de emociones malas y buenas, y eso me ha hecho más fuerte para seguir adelante —confiesa, muy segura de sí misma.

Tras lo ocurrido, probó otros deportes en los que también obtuvo buenos desempeños, pero no era lo mismo. La pequeña Alexandra regresó al karate y, de la mano de Reyna, desarrolló los principios en los que se basa su práctica deportiva: disciplina, compromiso, motivación y amistad.

Desde los 8 años, la dupla Grande-Reyna empezó a cosechar grandes logros. A los 14 años, Alexandra ya era parte de la selección nacional. Participó en campeonatos nacionales y sudamericanos, obteniendo sus primeras medallas. Su versatilidad, obediencia y confianza en su instructor empezó a darle mejores resultados. De esa forma, entró en la juventud, siendo una gran promesa para el karate nacional.

Caerse, golpear y levantarse

El karate es un deporte de contacto en el que los golpes son constantes y, por más duros que sean, se debe aprender a soportarlos. La experiencia le dio a Alexandra el aguante necesario para resistir los embates de sus rivales, y mientras más fue creciendo su carrera, más frecuentes fueron los elogios, pero también las críticas.

En el 2010, logró el primer puesto en los Juegos ODESUR de Medellín. El mismo año, fue tercera en los World Combat Games, en China. Al año siguiente, llegó su primera gran competencia regional: los Juegos Panamericanos en Guadalajara, México. En esa oportunidad obtuvo la medalla de plata, luego de una decisión bastante polémica en la final: le invalidaron una patada, que la relegó al segundo lugar del podio.

Esta experiencia, más que frustrarla, no la detuvo. Siguió su camino deportivo hasta que en el 2013 sufrió un accidente en casa que la dejó knock out. Tras el susto, regresó a los entrenamientos, pero ella sentía que algo había cambiado. Los torneos siguientes no son un grato recuerdo para Alexandra. Perdía con rapidez y, confiesa, en ese momento no disfrutaba del karate que practicaba.

En ese panorama, su nivel deportivo fue puesto en tela de juicio por dirigentes y personalidades ligadas al karate. Decían que había llegado a su pico de rendimiento.

—A mi me chocó, porque a pesar de tener un carácter fuerte, soy muy sensible —reconoce.

Pero como su sensei y sus padres le habían enseñado, a veces se tiene que ir contra la corriente. Tras un entrenamiento bastante fuerte, tanto a nivel físico como mental, el éxito volvió a tocar su puerta. En 2015, sorprendió a todo el continente y se convirtió en la campeona panamericana, en Toronto, Canadá. Dos años después, rompió los pronósticos y se coronó como campeona invicta en los Juegos Mundiales de Karate – Categoría Kumité, celebrados en Breslavia, Polonia.

La buena racha tuvo su punto máximo a finales del 2018, cuando le entregaron los “Laureles Deportivos”. En karate, Akio Tamashiro e Iván Blanco ya habían colocado sus nombres en las laterales del Estadio Nacional. A ambos se le uniría Alexandra, tras una ceremonia emotiva en la que las lágrimas de felicidad, las palabras de agradecimiento y los recuerdos se echaron a volar.

—Yo le dije a mi mamá: “¿Te acuerdas cuando caminábamos por acá? Primer sueño cumplido”. Mi madre lloró —cuenta con emoción.

Entre Lima y Tokio

Canadá es un buen país para la karateca más importante del Perú. A los Panamericanos 2015, le sumó la medalla de oro obtenida en el Karate 1 Series A, desarrollado en Montreal, en el 2019. Las luchas por este título, además, le sirvieron como preparación para lo que es otro de los certámenes más importantes del año: los Juegos Panamericanos Lima 2019.

Consciente del reto, ha trabajado disciplinadamente para llegar al 100% de su nivel. Su rutina ha consistido en despertar a las 5:30 de la mañana todos los días y realizar diferentes ejercicios, de acuerdo con su calendario de preparación. Eso sí, tomando en cuenta que sufre de Condromalacia. Puede sonar a una enfermedad muy rara, pero esta condición se caracteriza por el desgaste del cartílago en la rótula.

—Tienes que saber qué se debe trabajar para evitar una lesión. Todo es medido y debes fortalecer ciertos músculos. Voy a mis terapias. Nunca me he descuidado —revela Alexandra.

En paralelo, con esa misma fortaleza y consciencia, se prepara para lo que es su gran meta: clasificar a los Juegos Olímpicos Tokio 2020, certamen el que el karate será por primera vez deporte olímpico. Llegar a una cita tan importante es el sueño para todo aquel que practica un deporte. Alexandra se muestra ilusionada, se visualiza ahí, pero siempre con humildad de siempre.

—Yo veo que las cosas pueden salir mejor de lo que pienso. Lo primero que tengo que hacer es clasificar. Ya lo he soñado. Ya he estado ahí y estoy segura de que ocurrirá.

Entre peleas, golpes fuera del ring y sacrificios en diferentes aspectos de su vida, Alexandra se posiciona como clara favorita a la medalla de oro en los Juegos Panamericanos 2019. Con una #ActitudPRO, va paso a paso, impacto tras impacto para romper objetivos que no son fáciles de superar. Ella hace honor a su apellido, no se duerme en sus laureles, y va por más. Ver su nombre en el Estadio Nacional es un inmenso logro, pero la karateca sabe que está para más. Y está convencida que así será.

Fuentes: IPD, Perú21, El Comercio, ESPN.