A sus 37 años, el longbordista y embajador PRO ha ganado los títulos más importantes en su deporte. Pero ¿cómo se motiva un campeón para ser profeta en su tierra y ganar los Juegos Panamericanos Lima 2019?

El longbordista peruano Benoit Clemente es de esas personas que arranca sus actividades diarias cuando la luz de la mañana aún no aparece. Lo que para muchos limeños es un esfuerzo titánico, para Piccolo –“pequeño”, traducido del italiano– levantarse antes del amanecer es algo cotidiano.

–No importa si hace frío, calor o llueve. Trato de entrenar en todas las condiciones posibles –comenta.

Después de un poco de ejercicio y de cumplir algunas tareas familiares, se dirige al mar. Tras estirar sus músculos, con el wetsuit en el cuerpo y la tabla en el brazo, se dispone a entrar. Pero antes de surfear medita un poco.

Sentado sobre tu tabla, Piccolo –como lo llaman amigos y familiares en honor al restaurante de su papá– se deja llevar por el vaivén de las olas. Su reflejo en el mar le hace ver todo lo que atravesó en casi tres décadas para llegar hasta este momento: lesiones, más de un sacrificio, pocas horas de sueño, pero que se compensan con los títulos que ostenta en su palmarés.

Cuando termina su meditación, se pone en marcha. Concentrado, corre en el agua con las mismas ganas de un juvenil y la determinación de un profesional. A sus 37 años, es la principal carta nacional para los Juegos Panamericanos Lima 2019. Un reto al que no le rehúye. Todo lo contrario: lo entusiasma como, cuando niño, se sumergía en el mar de Huanchaco, en Trujillo.

Hombre de mar, lejos de él

Cajabamba es una ciudad del departamento de Cajamarca, ubicada a casi 6 horas de la costa peruana y a 2,600 metros sobre el nivel del mar. Fue en esa localidad donde sus padres, un francés y una alemana, tuvieron al pequeño Benoit. Allí empezaron una vida en el Perú, aunque el destino de la familia tendría, semanas después, otro paradero.

Los tres tomaron un nuevo rumbo y llegaron a Trujillo. Específicamente a Huanchaco, lugar que lo vio crecer y donde aprendió, en primer lugar, el respeto por la naturaleza. En nuestro país se recogen toneladas de basura en las playas todos los años. Desde su trinchera, Piccolo pone su granito de arena, algo que ha hecho desde niño hasta adulto.

–Trato de recoger una que otra basura que encuentro por ahí. A veces encuentras cosas en el agua. Dejas de correr un ratito, lo sacas y lo tiras donde debes –menciona, tratando de crear consciencia.

Durante su vida, Piccolo practicó muchas disciplinas: fútbol, motocross, karate, entre otros. Pero a los siete años, gracias a un amigo de sus padres, se inició en los deportes acuáticos. Su primera compañera en el mar fue una morey (tabla que se usa para practicar bodyboard). Ese fue el punto de partida para iniciar un romance perpetuo con las olas.

Hora de un cambio

La relación entre Huanchaco y los surfistas peruanos es histórica. Al ser el lugar de nacimiento de los Caballitos de Totora, es cotidiano ver a hombres y mujeres desafiando al mar subidos en estas piezas, o en tablas hechas de diferente material como fibra de vidrio o resina poliéster.

Antes de acabar la primaria, Piccolo ya tenía los conceptos básicos del surf bien aprendidos. A los doce años, luego de competir en algunas pruebas, probó suerte en un campeonato norperuano. Fue en esa ocasión que empezó a conocer esa sensación llamada victoria.

Pero ese momento también fue clave para ir cultivando esa base sobre la que se sienta su manera de correr olas: la competitividad. Piccolo se considera una persona de retos, le gusta trazarse metas, aunque en un inicio parezcan lejanas de cumplir. Hasta que no llega al final, no descansa.

Entre las prácticas con sus amigos de la playa y los torneos juveniles, su forma de ver el deporte cambió un poco. Con diecisiete años, conoció el longboard gracias a Roberto Meza, campeón panamericano de esa disciplina. Él le vio actitudes sobre la tabla larga como la destreza y el timing.

En un inicio, Clemente no estaba del todo convencido. “Prueba, si no te gusta lo dejas”, le dijo Meza. Y eso hizo. Se inscribió a un campeonato nacional, quizá sin muchas expectativas, y como buen outsider ganó el torneo. La visión de uno de los mejores representantes del longboard en el Perú era correcta.

Tocar el cielo con la tabla

Practicar longboard no es sencillo, incluso, para los que dominan el surf bastante tiempo. Acostumbrarse a la tabla larga es cuestión de una práctica constante. Así lo entendió Piccolo Clemente. Cuando a los veinticinco años tomó la decisión de dedicarse enteramente a esta práctica no sabía que elegía el camino correcto. Ese que lo colocaría en los podios más altos a nivel mundial.

Desde entonces ha paseado su forma de correr olas por las playas y torneos más importantes. Es bicampeón mundial del Tour WSL. Ha ganado en innumerables ocasiones títulos nacionales, sudamericanos y panamericanos de playa. Parece que lo hubiera logrado todo, pero solo le faltaba algo más esa espina que tenía clavada desde hace una década: el título mundial de la Asociación Internacional de Surf – ISA.

El torneo en este 2019 se organizó en las playas de Biarritz, al suroeste de Francia. Tras superar cuatro rondas y un repechaje en la semifinal, logró meterse en la instancia decisiva. Ahí lo esperaban viejos conocidos, como los hermanos Antoine y Edouard Delpero, de los mejores en el longboard en el planeta.

En este deporte, el ganador se define de esta manera: se corre un hit de 20 minutos. El máximo puntaje por ola es 10 puntos. El jurado toma las dos mejores, saca un promedio, y el marcador más alto se lleva el título. En muchas ocasiones, Piccolo fue agresivo y buscó el puntaje máximo al inicio. Esta vez, fue todo lo contrario.

“Pasaron 9 minutos y no tenía olas. La primera que agarré fue a los 10 minutos y saqué alrededor de 4, un puntaje bajísimo. Recién comencé a repuntar en los minutos siguientes, con una ola de 9.83; y faltando alrededor de un minuto y medio para terminar el evento encontré el 7.7. Esperé y resultó, pero fue muy, muy tenso”, cuenta en una entrevista al Diario Depor.

Esta vez, Piccolo Clemente no perdió una batalla. Tardó en llegar y al final, al final, obtuvo su recompensa.

La gloria en casa

Nuestro país cuenta con algunas de las mejores playas para la práctica del surf. Punta Rocas fue elegida la sede de este deporte en los Juegos Panamericanos Lima 2019. Sobre y dentro de sus olas, Piccolo Clemente tratará de revalidar su carta de favorito para llevarse la medalla de oro en longboard.

Las chances de quien compite con pocas horas de sueño parecen reducidas a la nada.  Por esa razón, ingresar a la competencia no fue fácil para él. Días antes del clasificatorio, estuvo en la última fecha del tour mundial en Taiwán.

A pesar de las trece horas entre el país asiático y Perú, Piccolo realizó una rutina que le permitió adaptarse lo más rápido posible al cambio horario. Después de ganarle al jet lag, solo quedaba ganar la competencia local y asegurar su carta para el torneo continental. Así fue.

—Ya hay Juegos Panamericanos de Playa todos los años. Los he ganado en tres ocasiones —asegura—, pero estos son los Panamericanos absolutos. Es un campeonato difícil porque los mejores están en este evento. Me he preparado muchísimo.

Su motivación es grande, aún más si de local va a tener el apoyo de su familia y de todas aquellas personas que confían en él. A la par, sabe que es una responsabilidad enorme que es capaz de asumir. Con una buena preparación y una #ActitudPro, Piccolo demostrará que no es un pequeño en el mar. Ahora, demostrará por qué los surfers peruanos son potencia en el mundo. Y él, uno de los mayores rivales a vencer.